19/9/16

Una Historia por el "Sí"

A pesar de nacer en Medellín, crecí en un pueblo llamado Gómez Plata al norte de Antioquia. Desde que tengo memoria he sabido que vivo en un país complejo y con un conflicto armado que ha cobrado cientos de miles de vidas. Aun así, e incluso viviendo en un pueblo escondido entre montañas, nunca me vi directamente afectado por la guerra; al contrario, siempre vi a mi pueblo como un sitio calmado para vivir y crecer…, o al menos así fue hasta que la venganza, oculta bajo el estandarte de “Seguridad Democrática”, invadió nuestro país. 

Es imposible defender a las FARC, y mucho menos pretender tapar el sol con una mano y fingir que no han hecho nada malo, pero de su época de terror solo recuerdo el día que entraron a Gómez Plata para matar a un policía que les estaba causando muchos problemas.

Ese ataque guerrillero cobró varias víctimas, entre ellas el policía que buscaban; dejó carros incendiados y el trofeo de la banda sinfónica en pedazos. Aun así, y a pesar de ser una experiencia traumática – eso sin mencionar todas las veces que tumbaron torres de luz -, es un buen balance en comparación a todo lo que han sufrido muchas personas a manos de las FARC.

Yo estaba en la escuela recibiendo clases cuando todo empezó. Hice parte de un improvisado plan de evacuación – que consistió en saltar por encima de un muro, entrar en una casa que no podía alojar tantos estudiantes y terminar en el colegio, que quedaba una cuadra más arriba de la escuela – y, afortunadamente, no sufrí ningún daño, al igual que todos los demás estudiantes.

En su momento la experiencia nos asustó a todos, pero mis compañeros y yo, como los niños que éramos,  terminamos restándole importancia y recordándola como una aventura.

Muy diferente a lo que ocurrió cuando llegaron los Paramilitares a hacer de las suyas.

El refrán dice: “a veces es peor el remedio que la enfermedad”, no obstante, el problema fue que este “remedio” no curó ninguna enfermedad y lo empeoró todo.

Gente armada, casi que avalada por un gobierno que hacia la vista gorda a la situación, apareció e inició una sangrienta “limpieza” que duro años. Como polillas en invierno, murieron guerrilleros, ayudantes, culpables, niños, inocentes y todos aquellos que, por “x” o “y” motivos, parecieran tener una vinculación con la guerrilla; lo cual luego se convertiría en la excusa para matar a los que simplemente no les caían bien.

En nuestra burbuja de “pueblo perfecto” éramos ignorantes de la guerra más grande del país; sin embargo, cuando dicha burbuja estalló, la famosa guerra no llegó… y fuimos golpeados por algo peor.

Los niños dejaron de jugar en los bosques por miedo a encontrar una fosa común, los jóvenes renunciaron a salir hasta tarde por temor a ser marcados como parias sociales, los adultos se vieron forzados a pagar excesivas “vacunas” para proteger sus negocios y familias.

Dejamos de estar a salvo mientras el gobierno se distraía buscando reelecciones y enviando soldados al matadero en el inútil ejercicio de parar la violencia con más violencia.

Finalmente, los Paramilitares, después de hacer y deshacer en este país, entraron en un proceso de desmovilización por el cual ningún colombiano votó y que pareció más un acuerdo tácito entre el presidente y este grupo armado.

En mi experiencia de vida, el movimiento paramilitar manchó con más sangre las aguas del río que atraviesa a Gómez Plata, en comparación a lo que hizo la guerrilla en sus 50 años de terror.

Si la paz se logró firmar con aquellos monstruos que aterrorizaron mi infancia – uno de esos jefes “paracos” me atropelló con su moto, y mi familia tuvo miedo durante un tiempo de que hubiera represalias, ya que el señor este se dañó la mano en el accidente -, ¿por qué no puede pasar lo mismo con las FARC?

¿Desde cuándo dos negativos suman un positivo? Ni las guerrillas ni el gobierno tendrán en los próximos años los elementos necesarios para ganar una guerra por el camino de las armas. ¡Es por algo que llevamos más de 50 años en este sinsentido!

Se nos está ofreciendo una paz que no es perfecta, que no es ninguna panacea, pero que tampoco es impunidad, ni sueldos de dos millones, ni destitución de procuradores, ni entrega del país. La guerra no es el único problema de Colombia, pero al resolver este conflicto podremos concentrarnos en las otras cosas que afectan nuestro país.

Es tiempo de entender que la violencia nunca será la solución. Necesitamos pensar por nosotros mismos en el perdón y el futuro. Basta de dejarnos meter cucarachas en la cabeza.

Ese día, cuando a vaya a dar el voto que decidirá el porvenir de nuestro país, sea cual sea su decisión, hágalo con sus argumentos claros y de manera inteligente. No deje que su voto se pierda por odios irracionales. Reflexione acerca del pasado y piense que clase de futuro quiere construir. 

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